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miércoles, 15 de febrero de 2012

La tortura del traje de baño


La primera vez que vi este video pensé: “Las típicas ideas de siempre sobre quererse y aceptarse a uno mismo” y no le di más vueltas. La segunda vez que lo vi pensé  “¡Wow! La pobre mujer tuvo que pasar un frío…”. No me culpéis por este primer pensamiento, he estado en Nueva York y os puedo asegurar que no es Las Bahamas. Tras mi apreciación climática, la otra idea que me vino a la cabeza fue “Yo no haría eso ni por todo el oro del mundo”.
En realidad yo nunca me he considerado una mujer demasiado acomplejada, tengo una buena autoestima y puedo mirarme al espejo sin odiarme. No odio mi cuerpo, aunque como todo el mundo tengo algún complejo. Sin embargo, el hecho de pensar en ponerme en bañador (los bikinis han sido olvidados desde hace años) delante de un grupo de extraños me provoca sudores fríos, ya no hablemos de salir por la televisión a nivel nacional.
Estar en bikini me ocasiona problemas desde hace algún tiempo. Antes no era así, podía ponerme en bikini sin ningún tipo de complejo, aunque nunca he sido una chica que entre en la categoría de delgada.Sin embargo, aproximadamente hace dos años, aumenté de peso considerablemente y desde entonces no me he vuelto a poner en bañador, excepto en un par de ocasiones, la mayoría de ellas por razones laborales (trabajo como monitora de campamento) y siempre y cuando no haya una forma posible de evitarlo. Obviamente era consciente de que no era un comportamiento “normal” pero nunca lo había considerado como una situación grave o un gran complejo y eso es lo que se despertó en mi la segunda vez que vi este video.
A lo largo de toda mi vida y a pesar de sentirme relativamente a gusto con mi físico, he asumido que mi cuerpo es algo que debía esconder. No importa lo que yo pensara al respecto, los demás con sus comentarios o incluso con sus miradas me recordaban una y otra vez que mi cuerpo no era algo bonito y que debía intentar “disimular” esos kilos de más. Yo no encajo en el ideal de belleza y por lo tanto debo evitar enseñarme al mundo, al fin y al cabo, no tengo nada de lo que estar orgullosa ¿no?
Pero lo que me parece más importante sobre esto no es tanto como yo me siento sobre mi cuerpo sino como esas ideas han llegado a ser interiorizadas y asumidas por mí. Yo no cumplo los clichés habituales que normalmente van asociados a complejos con el peso :no he sufrido bullying y siempre he tenido un ambiente bastante positivo a mi alrededor, no soy lectora de revistas femeninas y tampoco tengo una autoestima baja, mi apariencia física y la moda no son mis principales preocupaciones o prioridades y sin embargo, no puedo pensar una tortura peor que ponerme en bañador y pensar en tener que vestirme para una fiesta me provoca un alto nivel de ansiedad. ¿Qué me ha influido entonces para creer que debo esconder mi cuerpo aunque yo lo encuentre relativamente aceptable? Esto es lo que yo creo:
  • La costumbre de la gente, ya sean familiares, amigos o simples conocidos, de destacar siempre quien es la más guapa de un grupo de chicas. Es algo inevitable, en cuanto un grupo de niñas se juntan en algún momento de la conversación, alguna de las madres dirá “Fulanita es preciosa” “Mira que cara más bonita tiene menganita” contestará otra y eso llevará a una conversación sin sentido para alabar las distintas cualidades físicas de cada niña. Cuando tu nombre no se menciona sabes que estás en problemas. Tampoco ayuda a la causa que el único halago que parece poder hacérsele a una chica es lo guapa que es/está. Si dicen cualquier otra cosa sobre ti, sabes, incluso aunque sea de forma  inconsciente, que dicen para tapar el hecho de que no eres lo suficientemente guapa. ¡Mírala la pobre, no es muy guapa pero es divertida o lista! Cuando tener sentido del humor, inteligencia, carisma, amabilidad son premios de consolación, es que nuestra sociedad tiene un problema grave
  • La obsesión por las dietas. No hace falta que nadie te diga que estás gordo y que eso es malo, vergonzoso, poco sexy o desagradable, las continuas referencias a dietas, a perder 20 kilos como un éxito de vida o al estar delgada como un sinónimo de mayor felicidad ya hacen el trabajo por ti. Al fin y al cabo, la decimocuarta vez en el día que ves un anuncio sobre perder peso empiezas a pensar que tal vez haya algo malo contigo. Si no fuera así, no se insistiría tanto. Por supuesto, las menciones directas son otra gran fuente de complejos. Si me dieran un dólar por cada vez que alguien me ha dicho “Si te cuidaras un poco, seguro que te ponías más guapa” sería rica. Por cierto, esa frase traducida viene a decir “si te pudieras a dieta, adelgazarías y serías más guapa”. Aún así, a mi los que más me gustan son los comentarios sin tapujos, casi siempre hechos mujeres, en la mayoría de los casos sin malicia o mala fe . Eso provoca extraños momentos como cuando una amiga me dijo “Si adelgazaras podrías ser muy guapa”. Sobra decir, que la frase paso a mi libreta de citas célebres.
  • No es ningún secreto que las típicas tiendas de moda no tienen tallas grandes. Desde que tengo memoria, nunca he podido comprar en tiendas donde compraban todas las demás chicas de la clase, ya ni soñar que la ropa me quedara como a ellas.  Tal vez en ciudades grandes es distinto, pero en una ciudad pequeña no poder comprar en las tiendas habituales no solo es algo que puede minar tu autoestima sino que significa que no vas a tener tiendas donde poder comprar. Creo que esas continuas decepciones es lo que ha provocado mi gran aversión a ir de compras. Pero esa no es la peor parte, una vez que asumes en que tiendas pueden encontrar ropa y en cuales no, no es tan problemático, lo que si lo es son las miradas. Yo soy consciente de que no puedo comprar en Berska, o Zara o Stradivarius pero por si acaso no me había dado cuenta, las miradas de las dependientas y algunas clientas te lo dejan claro.Ellas te miran con una mezcla de rechazo y pena como queriendo decirte “¡Sal de aquí ya! porque cariño, tú sabes que no perteneces aquí”. Esa mezcla pasivo-agresiva es muy típica, pero sin duda para mi lo mejor es cuando se acerca una dependienta preguntándote qué buscas y casi sin que te de tiempo a contestar ya está añadiendo “Uy, es que no va a haber talla”
  • Odiándote a ti misma llevas a otros a odiarse. A ver, aclaremos las cosas, no quiero decir que la culpa de que a mi y a otras mujeres no les agrade su cuerpo sea exclusivamente de los demás, pero cuando tú, chica de la talla 38, empiezas a quejarte sobre lo gorda que estas, la dieta que deberías seguir y como ese vestido te hace un culo enorme no nos estás haciendo ningún favor. Por supuesto, que nadie debería compararse con los demás y que tú debes ser feliz tal como eres, pero, reconozcámoslo, si tú llevas una talla 44 y tu amiga de la talla 38 se lamenta sobre el peso y empieza a controlar lo que come, es imposible que al menos no te cuestiones y pienses, “Tal vez debería empezar a preocuparme por mi cuerpo”. Así que la próxima vez que vayas a decir un comentario malicioso sobre ti misma, piénsalo dos veces, ya que si no vas a intentar quererte un poquita más, ayuda a los demás a odiarse un poquito menos.
Y para terminar, un par de estadísticas para reflexionar:
El ochenta y ocho por ciento de las mujeres adultas y el noventa y dos por ciento de las adolescentes cambiaría su aspecto físico.
El sesenta y cuatro por ciento de las mujeres adultas y el setenta y dos por ciento de las adolescentes evitaban realizar determinadas tareas por estar condicionadas por su físico.
Sólo el dos por ciento de las mujeres asumía tener una autoestima alta.
El veinticinco por ciento de las mujeres y el veinticuatro por ciento de las adolescentes se plantearían tal vez la cirugía estética.
Yo digo que cuando sólo un 2% de las mujeres cree tener una alta autoestima nos estamos enfrentando a un problema mucho mayor de lo que pensamos. ¿Cómo vamos a luchar por nosotras mismas, por conseguir una posición igualitaria en el mundo cuando un 98% de las mujeres ni siquiera se cree merecedora de su propio amor?

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